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    Marx, Karl; El trabajo alienado.

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    Brunn.
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    Mensaje  Brunn. Jue Mayo 26, 2011 10:15 pm

    Marx, Karl; El trabajo alienado.

    Hemos mostrado que el obrero es rebajado a mercancía, que la miseria del obrero está en razón inversa al poder y al monto de su producción,; que el necesario resultado de la competencia es la acumulación del capital en un pequeño número de manos y, por tanto, la restauración aun más temible del monopolio; y que toda la sociedad debe dividirse en dos clases: la de los propietarios y la de los obreros no propietarios.
    La economía política parte del hecho de la propiedad privada. Expresa el proceso material de la propiedad privada en fórmulas generales y abstractas que en seguida adquieren para ella valor de leyes. No comprende estas leyes.
    Tenemos que comprender el vínculo de toda esta alienación con el sistema de dinero.
    El obrero se vuelve tanto más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece en poder y volumen su producción. El obrero se convierte en una mercancía tanto más vil cuantas más mercancías produce. La despreciación del mundo de los hombres aumenta en razón directa al incremento del mundo de las cosas. El trabajo produce no sólo mercancías; se produce a sí mismo y produce al obrero, como mercancía, y esto en la medida en que produce mercancías en general.
    El objeto que el trabajo produce, su producto, lo enfrenta como un ser extraño, como un poder independiente del productor. Es la objetivación del trabajo, la actualización del trabajo es su objetivación. La actualización del trabajo aparece como la pérdida de la realidad de éste; la objetivación, como la pérdida del objeto o la servidumbre al objeto; y la apropiación como la alienación, como desapropiamiento.
    La apropiación del objeto revela ser una alienación a tal punto que el obrero cuanto más objetos produce, menos puede poseer y más cae bajo la dominación de su producto: el capital.
    El obrero está, con respecto al producto de su trabajo, en la misma relación que está con respecto a un objeto extraño. Cuanto más se exterioriza el obrero en su trabajo, más poderoso se vuelve el objeto extraño, objetivo, que crea frente a él, cuanto más se empobrece a sí mismo el obrero, más pobre se vuelve su mundo interior. El obrero pone su vida en el objeto. Pero entonces esta ya no le pertenece, pertenece al objeto. Cuanto más grande es esta actividad, menos objetos posee el obrero. No es lo que el producto de su trabajo es. Por tanto, cuanto más grande es este producto, menos es el obrero. La alienación del obrero en su producto significa no sólo que el trabajo de éste se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino que además su trabajo existe al margen de él, extraño a él, y que se convierte en un poder autónomo frente a él, que la vida que le ha prestado al objeto se opone a él, hostil y extraña.
    Así como la naturaleza le ofrece al trabajo los medios de subsistencia, en el sentido de que el trabajo no puede vivir sin los obreros en los que se ejercita, así también, por otra parte, provee los medios de subsistencia en sentido restringido, es decir, los medios de subsistencia del obrero mismo.
    Por lo tanto, cuanto más se apropia el obrero, por su trabajo, del mundo exterior más se priva de medios de subsistencia, desde este doble punto de vista el obrero se convierte en un esclavo de su objeto, recibe un objeto de trabajo, vale decir, del trabajo; y segundo, recibe medios de subsistencia. Por consiguiente, en el sentido de que le debe la posibilidad de existir, primero como obrero y segundo como sujeto físico.
    Cuanto más produce el obrero, menos que consumir tiene: cuantos más valores crea, más se desprecia y ve cómo disminuye su dignidad, cuanto más se conforma su producto, más deforme es el obrero, cuanto más civilizado es su objeto, más bárbaro es el obrero; cuanto más poderoso es el trabajo, más importante es el obrero, cuanto más espiritual es el trabajo, más privado de espíritu es el obrero, ya convertido en un esclavo de la naturaleza.
    La economía política esconde la alienación que está en la esencia del trabajo por el hecho de que no considera la relación entre el obrero y la producción.
    Hasta ahora hemos considerado la alienación bajo el aspecto de su relación con los productos de su trabajo. Pero la alienación aparece no sólo en el resultado, sino también en el acto de la producción, en el interior de la actividad productiva misma. Si el producto del trabajo es la alienación, también la producción debe ser la alienación en acto, la alienación de la actividad, la actividad de la alienación. La alienación del objeto de trabajo sólo es el resumen de la alienación del desapropiamiento en la actividad misma del trabajo.
    ¿En qué consiste la alienación del trabajo? En el hecho de que el trabajo es exterior al obrero, es decir, que no pertenece a su ser; que, en consecuencia, el obrero no se afirma en su trabajo, sino que se niega. El obrero sólo tiene la sensación de estar consigo mismo cuando está fuera de su trabajo, y, cuando está en su trabajo, se siente fuera de sí. Su trabajo es impuesto, es trabajo forzado. No es la satisfacción de una necesidad, sino sólo un medio de satisfacer algunas necesidades al margen del trabajo. Por último, el carácter exterior del trabajo con respecto al obrero aparece en el hecho de que no es un bien propio de éste, sino un bien de otro; que no pertenece al obrero; que en el trabajo el obrero no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a otro.
    Llegamos, pues, al resultado de que el hombre (el obrero) sólo se siente ya libremente activo en sus funciones animales: comer, beber y procrear; y que en sus funciones de hombre sólo se siente ya animal.
    Hay, además, una tercera determinación del trabajo alienado: el hombre es un ser genérico, es decir, un hombre que se remonta por encima de su individualidad subjetiva, que reconoce en sí lo universal objetivo y que se supera como ser finito; se comporta frente a sí mismo como frente a un ser universal y, por tanto, libre.
    La vida genérica consiste, desde el punto de vista físico, en el hecho de que el hombre vive de la naturaleza inorgánica, y cuanto más universal es el hombre con relación al animal, más universal es el campo de la naturaleza inorgánica de que vive. La universalidad del hombre aparece precisamente en la práctica en la universalidad que hace de toda la naturaleza su cuerpo inorgánico, tanto en la medida en que es un medio inmediato de subsistencia como en la medida en que es la materia, el objeto y la herramienta de su actividad vital. La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre.
    El trabajo alienado vuelve al género extraño al hombre: hace de la vida genérica, para él, el medio de la vida individual. Primero, hace extrañas la vida genérica y la vida individual, y en seguida hace de esta última, reducida a abstracción, la finalidad de la primera, igualmente tomada en su forma abstracta y alienada.
    La vida productiva es la vida genérica, es la vida engendrando vida. El hombre hace de su actividad vital misma el objeto de su voluntad y de su conciencia. Posee una actividad vital conciente. Precisamente por eso, y sólo por eso, es un ser genérico. Su propia vida es para él un objeto, precisamente porque es un ser genérico. Sólo por ello su actividad es actividad libre. El trabajo alienado trastrueca la relación de manera tal, que el hombre, debido a que es un ser conciente, no hace precisamente de su actividad vital, de su esencia, nada más que un medio de su existencia.
    El hombre produce de un modo universal, produce aun liberado de la necesidad física y sólo produce cuando está liberado de ésta; y enfrenta libremente su producto.
    Precisamente en el hecho de elaborar el mundo objetivo es donde el hombre comienza a experimentarse en realidad como ser genérico. Esta producción es su vida genérica activa. Gracias a esta producción, la naturaleza aparece como su obra y su realidad. El objeto del trabajo es, pues, la objetivación de la vida genérica del hombre. Por consiguiente, al arrancarle al hombre el objeto de su producción, el trabajo alienado le arranca a la vez su vida genérica, su verdadera objetividad genérica.
    De igual modo, el trabajo alienado, al degradar la actividad propia, la libre actividad, hace de la vida genérica del hombre el medio de su existencia física.
    El ser genérico del hombre, tanto la naturaleza como sus facultades intelectuales genéricas, se transforma en un ser extraño al hombre, en medio para su existencia individual.
    Una consecuencia inmediata del hecho de que el hombre se vuelva extraño al producto de su trabajo es que se vuelve extraño a sí mismo.
    De una manera general, la proposición de que el ser genérico del hombre se ha vuelto extraño al hombre significa que un hombre se ha vuelto extraño al otro y que cada uno de los hombres se ha vuelto extraño a la esencia humana.
    La alienación del hombre sólo se actualiza y sólo se expresa en la relación en que se encuentra el hombre con los demás hombres.
    Por lo tanto, en la relación con el trabajo alienado, cada hombre considera a los demás de acuerdo con la medida y de acuerdo con la relación en que se encuentra como obrero.
    Veamos ahora de qué modo el concepto del trabajo vuelto extraño, alienado, debe expresarse y representarse en la realidad. El ser extraño al que pertenecen el trabajo y el producto del trabajo, a cuyo servicio se encuentra el trabajo y a cuyo goce sirve el producto del trabajo, no puede ser sino el hombre mismo. Si ante el producto de su trabajo objetivado se comporta como objeto extraño quiere decir que está con respecto a ese producto en una relación tal que otro hombre, extraño a él, es el dueño de ese objeto.
    Toda alienación de sí del hombre con respecto a sí mismo y a la naturaleza aparece en la relación con otros hombres, distintos de él, en la cual se coloca a sí mismo y coloca a la naturaleza.
    La relación del obrero con respecto al trabajo engendra la relación del capitalista, del dueño del trabajo con respecto a éste. La propiedad privada es la necesaria consecuencia del trabajo alienado, de la relación exterior del obrero con la naturaleza y consigo mismo.
    La propiedad privada deriva del análisis del concepto de trabajo alienado, es decir, de hombre alienado. Es, por un lado, el producto del trabajo alienado, y, por otro, el medio por el cual el trabajo se aliena: es la realización de esta alienación.
    El salario y la propiedad privada son idénticos porque el salario no es más que una consecuencia necesaria de la alienación del trabajo, y en el salario el trabajo tampoco aparece como la finalidad en sí mismo, sino como sirviente del salario. El trabajo alienado es la causa directa de la propiedad privada. En consecuencia, la desaparición de uno de los dos términos arrastra también la del otro.
    Ahora, conviene subrayar que lo que aparece en el obrero como actividad de desapropiamiento, de alienación, aparece en el no-obrero como estado de desapropiamiento, de alienación.
    En segundo lugar, que el comportamiento práctico real del obrero en la producción y con relación a su producto aparece en el no-obrero que lo enfrenta como comportamiento teórico.
    En tercer lugar, el no-obrero hace contra el obrero todo lo que el obrero hace contra sí mismo, pero no hace respecto de si mismo lo que hace contra el obrero.

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