1- Cimientos del edificio teórico psicoanalítico
La influencia de Jean Martín Charcot (1825-1893)
En la década de 1.880 Jean Martín Charcot, un eminente médico y profesor de Neuropatología en Paris, estaba dedicado al estudio de la nosografía y desempeñaba su labor en uno de los departamentos de la “Salpêtriere”, donde funcionaban institutos científicos anexos. Se trataba de un edificio construido en el siglo XVII -en principio había sido una salitrería y posteriormente un asilo para mujeres ancianas -ahora albergaba a pacientes con enfermedades nerviosas, conservando la edificación el nombre de su origen.
Aplicado al trabajo clínico, se manifestó en contra de los excesos de la medicina teórica señalando en cierta oportunidad en que recibiera objeciones a sus planteos: “la teoría es buena pero eso no impide que las cosas sean como son” . Esta reflexión mostraba que el contexto teórico de la época no podía dar explicación a ciertos fenómenos patológicos que en la clínica se ponían en evidencia.
Se consagró al estudio de la histeria y enseñó a reconocer sus síntomas, consiguiendo demostrar una regularidad allí donde los observadores menos atentos sólo hallaban simulación y episodios absurdos.
Consideró preponderantemente los factores genéticos como causa de esta patología, en cuyo caso la denominó histeria heredada, diferenciándola de la histeria adquirida cuya causa adjudicaba a factores traumáticos.
Patología Etiología
Histeria heredada factores genéticos
Histeria adquirida factores traumáticos
Respecto a la histeria adquirida señaló que un trauma físico grave en una parte del cuerpo – como un golpe en la espalda que afectó un brazo- contingentemente podía quedar enlazado con la representación de temor a la pérdida de la vida, de la cual el afectado nada sabía ni tenía manifestaciones inmediatas.
Luego de un tiempo podía aparecer, en esa parte del cuerpo que fue afectada por el golpe, una parálisis en medio de mucha agitación y conmoción anímica, lo que permitía vislumbrar que internamente se reproducía la escena del incidente.
Charcot demostró que si se repetía bajo estado hipnótico la misma representación, se alcanzaba idéntico efecto. El procedimiento consistía en sustituir el trauma por cierta sugestión verbal –por ejemplo “tu brazo está inmóvil”- siendo equiparable el estado hipnótico, al estado mental particular en el que se encontraba durante el trauma. Determinado recuerdo podía manifestarse mediante fenómenos corporales sin que el sujeto sepa la razón ni pueda hacer nada para evitarlo.
Con estas comprobaciones consiguió otorgar a la histeria el crédito que no tenía al considerarse sus exteriorizaciones durante el medioevo, obra del demonio y posteriormente, como producto de la simulación.
En síntesis, después de distinguir las parálisis orgánicas de las parálisis histéricas, y de conseguir reproducir a éstas artificialmente a través de la hipnosis, demostró que se producían por efecto de ciertas representaciones que habían comandado al paciente: el demonio había sido sustituido por la representación psicológica. No se circunscribió a las parálisis sino que también trató padecimientos musculares y dolores que surgen en la histeria traumática, aunque no investigó otros síntomas ni tampoco aquellos que aparecen en histerias no traumáticas.
Charcot tuvo una fuerte gravitación en las ideas de Freud, quien a través de una beca que obtuvo en 1.885, viajó a Paris para ponerse en contacto con este maestro.
Lo más llamativo que recoge de Charcot recorre tres ejes:
La demostración del carácter genuino de los fenómenos histéricos – Existencia de histerias funcionales, sin sustrato anatómico.
La constatación de la histeria en varones- Existencia de histeria masculina-.
La provocación de parálisis histéricas por hipnosis, es decir que no sólo se podían cancelar las parálisis sino también crear el fenómeno por hipnosis.
Estos exponentes artificiales ostentan las mismas características que los espontáneos originados por un trauma.
Al constatar que el factor traumático presente en la histeria adquirida, hacía surgir la representación vinculada al dolor anímico, infirió Freud que la génesis de los síntomas histéricos se hallaba en la vida psíquica.
Había llegado a Paris con un marcado interés en la anatomía del sistema nervioso y regresó a Viena compenetrado con los problemas de la histeria y el hipnotismo, es decir que su atención se desplazó desde la neuropatología a la psicopatología por lo que renuncia a las enfermedades nerviosas orgánicas. Esto lo lleva a intentar especializarse en el método hipnótico a través de las presentaciones de Bernheim en Nancy- Francia- en 1.889.
Investigar acerca de este método le permite descubrir que existen potentes procesos anímicos que están velados a la conciencia. Aunque esto no era totalmente novedoso para él, sino sólo una significativa confirmación de algo que había vislumbrado por una comunicación que recibió de Joseph Breüer, antes de su viaje a Paris.
La influencia de Josef Breüer (1842-1925)
Freud conoció a Breüer en el laboratorio de Brücke - director del Instituto de Fisiología de Viena- al cual había concurrido desde 1.876 a 1.882-. Aquel le informó sobre un caso de histeria de etiología no traumática, que trató durante 1.880-82. Se trataba de una joven cuyos graves síntomas se originaron a partir de intensas vivencias que debió sofocar mientras cuidaba a su padre enfermo. Mostraba un cuadro de parálisis con contracturas, perturbaciones del lenguaje y de la visión, estados de confusión psíquica e inhibiciones y otras alteraciones motoras y sensitivas.
El procedimiento que empleaba Breüer consistía en llevar a la paciente a un estado de hipnosis profunda para pedirle que expresara en esos momentos los pensamientos y fantasías que la desazonaban y perturbaban.
Cuando Freud vuelve a ponerse en contacto con Breüer inicia una serie de observaciones sobre datos de sus pacientes, en base a los antecedentes que recibiera de su colega, orientados a la exploración del surgimiento de la enfermedad. En estado hipnótico se lograba despertar el recuerdo de ese momento en que el síntoma apareció por primera vez, por lo que halló una conexión entre la vivencia ocasionadora y el síntoma, que con frecuencia era bien nítida y otras, estaba desfigurada y se reducía a un vínculo simbólico como puede ser un puente verbal.
Cada uno de los síntomas así tratados, desaparecían sin regresar cuando se lograba la evocación de aquel suceso y el afecto que le acompañaba, todo lo cual era expresado en palabras- “talking cure”- según la propia expresión de la paciente de Breüer -Anna O- .
En su momento el síntoma histérico se había originado porque el afecto- noción cualitativa del monto de energía psíquica- correspondiente a una vivencia traumática, había sido desviado de su elaboración normal, consistente en la descarga, y conducido por un camino incorrecto, resolviéndose en inervaciones somáticas: el afecto no liberado era depositado en un órgano doliente.
Respecto de la vivencia que provocó el trauma psíquico, en su publicación conjunta “Estudios sobre la histeria”, Freud y Breüer señalan: “En calidad de tal obrará toda vivencia que suscite los afectos penosos del horror (…); y, desde luego, de la sensibilidad de la persona afectada (…) dependerá que la vivencia se haga valer como trauma”
En el trayecto de estas investigaciones surgió la pregunta sobre el motivo por el cual ese recuerdo no terminaba desgastado y en cambio producía efectos tan vivos. Se inquirió que frente a ese suceso que tanto conmocionó al sujeto, éste no reaccionó, no hubo un drenaje del afecto turbador.
Siempre es posible la descarga a través de una acción, porque el aumento de excitación se produce por vías sensoriales y la disminución por vías motoras. Aunque hay un sustituto de la acción que es la palabra, pudiendo mediante ésta abreaccionar o aligerar tal afecto.
Cuanto más intenso es el afecto que tiñe la vivencia, mayor es la necesidad de drenaje motor. Aunque también puede ser que el recuerdo de una vivencia penosa quede asociado a otra que la compensa, como es el caso de un accidente que queda enlazado a la idea del rescate con el alivio que comporta. Otras representaciones contrapuestas que disminuyen la excitación provocada por el suceso, podría ser la consideración sobre la propia valoración del afectado y la ínfima tasación del ofensor.
Si se tramita de algún modo, el afecto pierde intensidad y el recuerdo se diluye, pero cuando nada de esto sucede, o la reacción fue insuficiente se hace necesario, según la descripción de Breüer, que el afectado vuelva a vivenciar por segunda vez esa experiencia por medio de la hipnosis para completar la reacción. “(…) se aligera del afecto de la representación, que antes estaba por así decir estrangulado, y con ello se cancela el efecto de esa representación.”
Con este método, designado catártico por Breüer, - del griego catarsis es purga, purificación- , se podía indagar sobre la historia y el origen del síntoma a cancelar, porque en estado despierto el sujeto no lo recordaba o sólo lo hacía en forma muy incompleta.
Tales sintomas habían aparecido como sustitutos de pensamientos, impulsos o afectos sofocados y al recordarlos alucinatoriamente – fenómeno por el cual se cree vivenciar el suceso- se hacía llevar a cabo el acto sofocado antaño, logrando la remisión de los síntomas.
Durante mucho tiempo Freud aplicó este método y recogió gran cantidad de material de observaciones que posteriormente fueron publicadas.
Sin embargo, Freud descubrió, en relación a su experiencia en la clínica, que en la producción de los síntomas no ejercían igual eficacia las excitaciones afectivas de cualquier naturaleza, sino aquellas que son de naturaleza sexual.
Más allá de la histeria examinó casos que especificó bajo la denominación de Neurastenia y de Neurosis de Angustia, reuniendo ambas con la designación de Neurosis Actuales.
Hallando que en todos los casos había perturbaciones en la vida sexual y que una vez restablecida la función sexual normal, se obtenía una llamativa mejoría en los afectados. Luego discierne que en las Psiconeurosis en general – clasificación que establece en 1.894- y en otras patologías, se observa esta constante en cuanto a la función sexual perturbada.
La etiología sexual fue rechazada por Breüer y también por la Sociedad de Medicina. Breüer sostenía una etiología fisiológica para la histeria, afirmando que se producía una escisión de la conciencia con la consiguiente inclinación a disociar. Consistiendo en estados transitorios de alteración de la conciencia, llamados estados hipnoides en los que las representaciones eran intensas y el afecto pleno, pero se mantenía cerrado el intercambio asociativo con el resto del contenido de la conciencia.
Si los estados hipnoides preexistían a la contracción de la enfermedad con sus manifestaciones, se trataba de una histeria de predisposición. En cambio si ese fenómeno no preexistía e irrumpía un trauma y una posterior sofocación del afecto, se producía eventualmente, una escisión de un grupo de representaciones, tratándose de una histeria adquirida.
Histeria de predisposición: Estados hipnoides preexistentes a los síntomas
Histeria adquirida: Estados hipnoides no preexistentes
Breüer estableció que lo sexual tenía una importancia pareja con las demás excitaciones afectivas, estando en un mismo nivel. Los estados hipnoides impedían la descarga de las excitaciones, es decir la elaboración normal de los procesos psíquicos.
Freud sostuvo una etiología sexual de las neurosis, afirmando que la escisión anímica era producida por un juego de fuerzas opuestas- deseos y defensas contra esos deseos- que impedían la descarga del afecto acumulado. En el caso de una histeria de conversión la energía no liberada se asentaría en un órgano, lo tornaría erógeno.
Breüer Etiología fisiológica Estados hipnoides Histeria Hipnoide
Freud Etiología sexual Juego de fuerzas opuestas Neurosis de Defensa
2- Inicios del edificio teórico Psicoanalítico
A partir de lo anteriormente descripto, prosperaron grandes diferencias teóricas con Breüer, lo que determinó una clara bifurcación en sus caminos. Freud abandonó el método hipnótico al servicio de la catarsis porque aparecieron importantes limitaciones en su empleo y eficacia e implementó durante un tiempo, el método de presionar la frente del paciente – práctica que tomó de Bernheim- al tiempo que lo inducía a recordar. De su experiencia se desprendía que los pacientes sabían aquello que sólo la hipnosis o la presión sobre la frente, les volvía accesible a la conciencia.
Ese saber, por ser displacentero, había sido olvidado imponiéndose una resistencia al recuerdo. Esta repulsa quedaba oculta con el empleo de la hipnosis, por así decir, se desplazaba hacia un costado. “La hipnosis encubre a la resistencia; vuelve expedito un cierto ámbito anímico, pero en cambio acumula la resistencia en las fronteras de ese ámbito (…)
Las representaciones displacenteras habían sido expulsadas o se les impedían el acceso a la conciencia y esa fuerza de desalojo se oponía a la insistencia de contenidos inconcientes que pujaban por acceder a la conciencia, tratándose de un juego de fuerzas en oposición.
Para ilustrar esa fuerza de desalojo tomaremos el símil que nos ofrece Freud en “Cinco Conferencias sobre Psicoanálisis”, mostrándonos la relación entre la resistencia y la represión.
Describe una sala con un auditorio atento a las palabras del conferencista, pero surge alguien desde el público que alborota repentinamente e interrumpe la tarea, por lo que se levantan algunos colaboradores y lo retiran, llevándolo hacia la salida. Una vez desalojado el bullicioso, el conferencista continúa con su exposición y los colaboradores refuerzan la puerta para impedir que vuelva a ingresar, encargándole al portero que lo controle para mantenerlo fuera del recinto.
El desalojado es el paradigma de lo reprimido, siendo el portero el que opone una resistencia dispuesta por el conferencista quien figura el yo como instancia, desde donde parte la orden para que aquello displancentero para la conciencia sea expulsado y no se admita nuevamente. Sólo que no se trata de lugares físicos, ni hay personajes en pugna, sino de formas de trabajo que diferencian sistemas psíquicos con leyes propias de funcionamiento.
Agrega en este mismo texto, que puede suceder que el perturbador desalojado insista con acceder a la sala y desde la puerta provoque un escándalo mayor que el que causó cuando estaba adentro. Entonces aparece un mediador que habla con el revoltoso y lo persuade de que debe calmarse y ser discreto para lograr el permiso de ingreso, por lo que el conferencista cancela la orden de desalojo. Mostrando calma y compostura, se torna irreconocible para lograr su meta de acceso. He ahí el análogo del síntoma, que como efecto de compromiso entre sistemas alcanza tras largo rodeo, la satisfacción buscada.
El yo se defiende del esfuerzo de asalto de lo reprimido inconsciente, sin embargo ese contenido reprimido puede obtener una satisfacción sustitutiva logrando así, hacer fracasar parcialmente a la represión. Los síntomas constituyen esas satisfacciones sustitutivas que se vuelven irreconocibles porque están desfiguradas, estableciendo una transacción entre fuerzas opuestas: moción de deseo inconsciente y resistencia del yo.
Sinopsis
A modo de revisión dispondremos de un esquema comparativo de metodología de trabajo entre Freud y los antecesores que hemos destacado en el presente escrito.
Método Meta
Charcot Hipnosis Dar una orden o prohibición sugestiva
para provocar o cancelar síntomas.
Breüer Hipnosis al servicio Abreacción del afecto atascado.
de la catarsis.
Freud Asociación Libre Descubrir las represiones.
Construcción y articulación teórica
El concepto de represión es central para el nacimiento del psicoanálisis, cuyo objeto de estudio es el inconsciente. A partir de dicho concepto, toman su lugar los demás componentes de este cuerpo teórico. El descubrimiento de las represiones, permitió junto a todo el andamiaje teórico forjado, el pasaje del dispositivo catártico al psicoanálisis, al sustituir el método hipnótico o la presión sobre la frente por la asociación libre, con la observancia de la regla fundamental: “Usted observará que en el curso de su relato le acudirán pensamientos diversos que preferiría rechazar con ciertas objeciones críticas. Tendrá la tentación de decirse: esto o estotro no viene al caso, o no tiene ninguna importancia, o es disparatado y por ende no hace falta decirlo. Nunca ceda usted a esa crítica; dígalo a pesar de ella (…)”
Para que un contenido inconsciente se hiciera consciente, había que vencer resistencias que ya una vez habían actuado sobre ese material reprimiéndolo, correspondiendo al analista detectar estas resistencias debiendo operar a través de la interpretación.
Esto permitiría el establecimiento de la transferencia –actualización de vínculos infantiles con el analista- sin la cual el tratamiento no sería posible, aunque puede funcionar como el principal obstáculo cuando se torna hostil.
Sus indagaciones lo condujeron a hallar en las asociaciones de los pacientes una remisión sorprendentemente frecuente a escenas de la vida infantil con contenido sexual, por lo que la transferencia misma tomaría ese tenor. Freud reflexiona sobre este tema señalando que es llamativo que algo tan evidente como la sexualidad infantil, se halla soslayado hasta el presente de modo contundente y conjetura sobre los posibles motivos de esta falta de atención de los autores.
Comprobó que habitualmente los pacientes reanimaban vivencias infantiles cuyo contenido era la seducción sexual por un adulto y que tales escenas en realidad, nunca habían ocurrido existiendo sólo en el ámbito de sus fantasías. No obstante dichas fantasías mantenían una urdimbre incuestionable con los síntomas, precisando que para las neurosis cobran mayor valor la realidad psíquica que la realidad empírica.
Con la asociación libre y la interpretación Freud demostró que los síntomas tienen un sentido, que es prohibido y de naturaleza sexual, y por tal motivo, reprimido.
La captura del sentido perseguía que la represión quedara cancelada y relevada por un juicio o apreciación que aceptara o no, aquello que fuera expulsado anteriormente, pero en ambos casos se restablecería el contacto entre el afecto y la representación para su tramitación normal. Puede ser que haya sido reprimido un deseo, que al devenir consciente dentro de un análisis, sea aceptado en parte o en su totalidad, o quede libre de objeción por ser elevado a una meta superior, o de lo contrario se acepte que el rechazo es justo.
Esta indagación sobre fenómenos tan enigmáticos, lo guiarán en el propósito del análisis de los sueños considerados como productos no arbitrarios, es decir, también provistos de un sentido. El procedimiento de la interpretación de los sueños se constituye por lo tanto, en uno de los pilares fundamentales de la labor para revelar lo inconsciente: “La interpretación de los sueños es en realidad la vía regia para el conocimiento de lo inconsciente, el fundamento más seguro del psicoanálisis y el ámbito en el cual todo trabajador debe obtener su convencimiento y su formación”
En la misma serie de los síntomas y los sueños, va a ubicar a los actos fallidos, el chiste, y el lapsus, concluyendo que estas formaciones demuestran la existencia del inconsciente, el cual no se muestra en forma directa sino a través de estos efectos sobre la consciencia que son interpretables e ingresan en el campo discursivo.
La influencia de Jean Martín Charcot (1825-1893)
En la década de 1.880 Jean Martín Charcot, un eminente médico y profesor de Neuropatología en Paris, estaba dedicado al estudio de la nosografía y desempeñaba su labor en uno de los departamentos de la “Salpêtriere”, donde funcionaban institutos científicos anexos. Se trataba de un edificio construido en el siglo XVII -en principio había sido una salitrería y posteriormente un asilo para mujeres ancianas -ahora albergaba a pacientes con enfermedades nerviosas, conservando la edificación el nombre de su origen.
Aplicado al trabajo clínico, se manifestó en contra de los excesos de la medicina teórica señalando en cierta oportunidad en que recibiera objeciones a sus planteos: “la teoría es buena pero eso no impide que las cosas sean como son” . Esta reflexión mostraba que el contexto teórico de la época no podía dar explicación a ciertos fenómenos patológicos que en la clínica se ponían en evidencia.
Se consagró al estudio de la histeria y enseñó a reconocer sus síntomas, consiguiendo demostrar una regularidad allí donde los observadores menos atentos sólo hallaban simulación y episodios absurdos.
Consideró preponderantemente los factores genéticos como causa de esta patología, en cuyo caso la denominó histeria heredada, diferenciándola de la histeria adquirida cuya causa adjudicaba a factores traumáticos.
Patología Etiología
Histeria heredada factores genéticos
Histeria adquirida factores traumáticos
Respecto a la histeria adquirida señaló que un trauma físico grave en una parte del cuerpo – como un golpe en la espalda que afectó un brazo- contingentemente podía quedar enlazado con la representación de temor a la pérdida de la vida, de la cual el afectado nada sabía ni tenía manifestaciones inmediatas.
Luego de un tiempo podía aparecer, en esa parte del cuerpo que fue afectada por el golpe, una parálisis en medio de mucha agitación y conmoción anímica, lo que permitía vislumbrar que internamente se reproducía la escena del incidente.
Charcot demostró que si se repetía bajo estado hipnótico la misma representación, se alcanzaba idéntico efecto. El procedimiento consistía en sustituir el trauma por cierta sugestión verbal –por ejemplo “tu brazo está inmóvil”- siendo equiparable el estado hipnótico, al estado mental particular en el que se encontraba durante el trauma. Determinado recuerdo podía manifestarse mediante fenómenos corporales sin que el sujeto sepa la razón ni pueda hacer nada para evitarlo.
Con estas comprobaciones consiguió otorgar a la histeria el crédito que no tenía al considerarse sus exteriorizaciones durante el medioevo, obra del demonio y posteriormente, como producto de la simulación.
En síntesis, después de distinguir las parálisis orgánicas de las parálisis histéricas, y de conseguir reproducir a éstas artificialmente a través de la hipnosis, demostró que se producían por efecto de ciertas representaciones que habían comandado al paciente: el demonio había sido sustituido por la representación psicológica. No se circunscribió a las parálisis sino que también trató padecimientos musculares y dolores que surgen en la histeria traumática, aunque no investigó otros síntomas ni tampoco aquellos que aparecen en histerias no traumáticas.
Charcot tuvo una fuerte gravitación en las ideas de Freud, quien a través de una beca que obtuvo en 1.885, viajó a Paris para ponerse en contacto con este maestro.
Lo más llamativo que recoge de Charcot recorre tres ejes:
La demostración del carácter genuino de los fenómenos histéricos – Existencia de histerias funcionales, sin sustrato anatómico.
La constatación de la histeria en varones- Existencia de histeria masculina-.
La provocación de parálisis histéricas por hipnosis, es decir que no sólo se podían cancelar las parálisis sino también crear el fenómeno por hipnosis.
Estos exponentes artificiales ostentan las mismas características que los espontáneos originados por un trauma.
Al constatar que el factor traumático presente en la histeria adquirida, hacía surgir la representación vinculada al dolor anímico, infirió Freud que la génesis de los síntomas histéricos se hallaba en la vida psíquica.
Había llegado a Paris con un marcado interés en la anatomía del sistema nervioso y regresó a Viena compenetrado con los problemas de la histeria y el hipnotismo, es decir que su atención se desplazó desde la neuropatología a la psicopatología por lo que renuncia a las enfermedades nerviosas orgánicas. Esto lo lleva a intentar especializarse en el método hipnótico a través de las presentaciones de Bernheim en Nancy- Francia- en 1.889.
Investigar acerca de este método le permite descubrir que existen potentes procesos anímicos que están velados a la conciencia. Aunque esto no era totalmente novedoso para él, sino sólo una significativa confirmación de algo que había vislumbrado por una comunicación que recibió de Joseph Breüer, antes de su viaje a Paris.
La influencia de Josef Breüer (1842-1925)
Freud conoció a Breüer en el laboratorio de Brücke - director del Instituto de Fisiología de Viena- al cual había concurrido desde 1.876 a 1.882-. Aquel le informó sobre un caso de histeria de etiología no traumática, que trató durante 1.880-82. Se trataba de una joven cuyos graves síntomas se originaron a partir de intensas vivencias que debió sofocar mientras cuidaba a su padre enfermo. Mostraba un cuadro de parálisis con contracturas, perturbaciones del lenguaje y de la visión, estados de confusión psíquica e inhibiciones y otras alteraciones motoras y sensitivas.
El procedimiento que empleaba Breüer consistía en llevar a la paciente a un estado de hipnosis profunda para pedirle que expresara en esos momentos los pensamientos y fantasías que la desazonaban y perturbaban.
Cuando Freud vuelve a ponerse en contacto con Breüer inicia una serie de observaciones sobre datos de sus pacientes, en base a los antecedentes que recibiera de su colega, orientados a la exploración del surgimiento de la enfermedad. En estado hipnótico se lograba despertar el recuerdo de ese momento en que el síntoma apareció por primera vez, por lo que halló una conexión entre la vivencia ocasionadora y el síntoma, que con frecuencia era bien nítida y otras, estaba desfigurada y se reducía a un vínculo simbólico como puede ser un puente verbal.
Cada uno de los síntomas así tratados, desaparecían sin regresar cuando se lograba la evocación de aquel suceso y el afecto que le acompañaba, todo lo cual era expresado en palabras- “talking cure”- según la propia expresión de la paciente de Breüer -Anna O- .
En su momento el síntoma histérico se había originado porque el afecto- noción cualitativa del monto de energía psíquica- correspondiente a una vivencia traumática, había sido desviado de su elaboración normal, consistente en la descarga, y conducido por un camino incorrecto, resolviéndose en inervaciones somáticas: el afecto no liberado era depositado en un órgano doliente.
Respecto de la vivencia que provocó el trauma psíquico, en su publicación conjunta “Estudios sobre la histeria”, Freud y Breüer señalan: “En calidad de tal obrará toda vivencia que suscite los afectos penosos del horror (…); y, desde luego, de la sensibilidad de la persona afectada (…) dependerá que la vivencia se haga valer como trauma”
En el trayecto de estas investigaciones surgió la pregunta sobre el motivo por el cual ese recuerdo no terminaba desgastado y en cambio producía efectos tan vivos. Se inquirió que frente a ese suceso que tanto conmocionó al sujeto, éste no reaccionó, no hubo un drenaje del afecto turbador.
Siempre es posible la descarga a través de una acción, porque el aumento de excitación se produce por vías sensoriales y la disminución por vías motoras. Aunque hay un sustituto de la acción que es la palabra, pudiendo mediante ésta abreaccionar o aligerar tal afecto.
Cuanto más intenso es el afecto que tiñe la vivencia, mayor es la necesidad de drenaje motor. Aunque también puede ser que el recuerdo de una vivencia penosa quede asociado a otra que la compensa, como es el caso de un accidente que queda enlazado a la idea del rescate con el alivio que comporta. Otras representaciones contrapuestas que disminuyen la excitación provocada por el suceso, podría ser la consideración sobre la propia valoración del afectado y la ínfima tasación del ofensor.
Si se tramita de algún modo, el afecto pierde intensidad y el recuerdo se diluye, pero cuando nada de esto sucede, o la reacción fue insuficiente se hace necesario, según la descripción de Breüer, que el afectado vuelva a vivenciar por segunda vez esa experiencia por medio de la hipnosis para completar la reacción. “(…) se aligera del afecto de la representación, que antes estaba por así decir estrangulado, y con ello se cancela el efecto de esa representación.”
Con este método, designado catártico por Breüer, - del griego catarsis es purga, purificación- , se podía indagar sobre la historia y el origen del síntoma a cancelar, porque en estado despierto el sujeto no lo recordaba o sólo lo hacía en forma muy incompleta.
Tales sintomas habían aparecido como sustitutos de pensamientos, impulsos o afectos sofocados y al recordarlos alucinatoriamente – fenómeno por el cual se cree vivenciar el suceso- se hacía llevar a cabo el acto sofocado antaño, logrando la remisión de los síntomas.
Durante mucho tiempo Freud aplicó este método y recogió gran cantidad de material de observaciones que posteriormente fueron publicadas.
Sin embargo, Freud descubrió, en relación a su experiencia en la clínica, que en la producción de los síntomas no ejercían igual eficacia las excitaciones afectivas de cualquier naturaleza, sino aquellas que son de naturaleza sexual.
Más allá de la histeria examinó casos que especificó bajo la denominación de Neurastenia y de Neurosis de Angustia, reuniendo ambas con la designación de Neurosis Actuales.
Hallando que en todos los casos había perturbaciones en la vida sexual y que una vez restablecida la función sexual normal, se obtenía una llamativa mejoría en los afectados. Luego discierne que en las Psiconeurosis en general – clasificación que establece en 1.894- y en otras patologías, se observa esta constante en cuanto a la función sexual perturbada.
La etiología sexual fue rechazada por Breüer y también por la Sociedad de Medicina. Breüer sostenía una etiología fisiológica para la histeria, afirmando que se producía una escisión de la conciencia con la consiguiente inclinación a disociar. Consistiendo en estados transitorios de alteración de la conciencia, llamados estados hipnoides en los que las representaciones eran intensas y el afecto pleno, pero se mantenía cerrado el intercambio asociativo con el resto del contenido de la conciencia.
Si los estados hipnoides preexistían a la contracción de la enfermedad con sus manifestaciones, se trataba de una histeria de predisposición. En cambio si ese fenómeno no preexistía e irrumpía un trauma y una posterior sofocación del afecto, se producía eventualmente, una escisión de un grupo de representaciones, tratándose de una histeria adquirida.
Histeria de predisposición: Estados hipnoides preexistentes a los síntomas
Histeria adquirida: Estados hipnoides no preexistentes
Breüer estableció que lo sexual tenía una importancia pareja con las demás excitaciones afectivas, estando en un mismo nivel. Los estados hipnoides impedían la descarga de las excitaciones, es decir la elaboración normal de los procesos psíquicos.
Freud sostuvo una etiología sexual de las neurosis, afirmando que la escisión anímica era producida por un juego de fuerzas opuestas- deseos y defensas contra esos deseos- que impedían la descarga del afecto acumulado. En el caso de una histeria de conversión la energía no liberada se asentaría en un órgano, lo tornaría erógeno.
Breüer Etiología fisiológica Estados hipnoides Histeria Hipnoide
Freud Etiología sexual Juego de fuerzas opuestas Neurosis de Defensa
2- Inicios del edificio teórico Psicoanalítico
A partir de lo anteriormente descripto, prosperaron grandes diferencias teóricas con Breüer, lo que determinó una clara bifurcación en sus caminos. Freud abandonó el método hipnótico al servicio de la catarsis porque aparecieron importantes limitaciones en su empleo y eficacia e implementó durante un tiempo, el método de presionar la frente del paciente – práctica que tomó de Bernheim- al tiempo que lo inducía a recordar. De su experiencia se desprendía que los pacientes sabían aquello que sólo la hipnosis o la presión sobre la frente, les volvía accesible a la conciencia.
Ese saber, por ser displacentero, había sido olvidado imponiéndose una resistencia al recuerdo. Esta repulsa quedaba oculta con el empleo de la hipnosis, por así decir, se desplazaba hacia un costado. “La hipnosis encubre a la resistencia; vuelve expedito un cierto ámbito anímico, pero en cambio acumula la resistencia en las fronteras de ese ámbito (…)
Las representaciones displacenteras habían sido expulsadas o se les impedían el acceso a la conciencia y esa fuerza de desalojo se oponía a la insistencia de contenidos inconcientes que pujaban por acceder a la conciencia, tratándose de un juego de fuerzas en oposición.
Para ilustrar esa fuerza de desalojo tomaremos el símil que nos ofrece Freud en “Cinco Conferencias sobre Psicoanálisis”, mostrándonos la relación entre la resistencia y la represión.
Describe una sala con un auditorio atento a las palabras del conferencista, pero surge alguien desde el público que alborota repentinamente e interrumpe la tarea, por lo que se levantan algunos colaboradores y lo retiran, llevándolo hacia la salida. Una vez desalojado el bullicioso, el conferencista continúa con su exposición y los colaboradores refuerzan la puerta para impedir que vuelva a ingresar, encargándole al portero que lo controle para mantenerlo fuera del recinto.
El desalojado es el paradigma de lo reprimido, siendo el portero el que opone una resistencia dispuesta por el conferencista quien figura el yo como instancia, desde donde parte la orden para que aquello displancentero para la conciencia sea expulsado y no se admita nuevamente. Sólo que no se trata de lugares físicos, ni hay personajes en pugna, sino de formas de trabajo que diferencian sistemas psíquicos con leyes propias de funcionamiento.
Agrega en este mismo texto, que puede suceder que el perturbador desalojado insista con acceder a la sala y desde la puerta provoque un escándalo mayor que el que causó cuando estaba adentro. Entonces aparece un mediador que habla con el revoltoso y lo persuade de que debe calmarse y ser discreto para lograr el permiso de ingreso, por lo que el conferencista cancela la orden de desalojo. Mostrando calma y compostura, se torna irreconocible para lograr su meta de acceso. He ahí el análogo del síntoma, que como efecto de compromiso entre sistemas alcanza tras largo rodeo, la satisfacción buscada.
El yo se defiende del esfuerzo de asalto de lo reprimido inconsciente, sin embargo ese contenido reprimido puede obtener una satisfacción sustitutiva logrando así, hacer fracasar parcialmente a la represión. Los síntomas constituyen esas satisfacciones sustitutivas que se vuelven irreconocibles porque están desfiguradas, estableciendo una transacción entre fuerzas opuestas: moción de deseo inconsciente y resistencia del yo.
Sinopsis
A modo de revisión dispondremos de un esquema comparativo de metodología de trabajo entre Freud y los antecesores que hemos destacado en el presente escrito.
Método Meta
Charcot Hipnosis Dar una orden o prohibición sugestiva
para provocar o cancelar síntomas.
Breüer Hipnosis al servicio Abreacción del afecto atascado.
de la catarsis.
Freud Asociación Libre Descubrir las represiones.
Construcción y articulación teórica
El concepto de represión es central para el nacimiento del psicoanálisis, cuyo objeto de estudio es el inconsciente. A partir de dicho concepto, toman su lugar los demás componentes de este cuerpo teórico. El descubrimiento de las represiones, permitió junto a todo el andamiaje teórico forjado, el pasaje del dispositivo catártico al psicoanálisis, al sustituir el método hipnótico o la presión sobre la frente por la asociación libre, con la observancia de la regla fundamental: “Usted observará que en el curso de su relato le acudirán pensamientos diversos que preferiría rechazar con ciertas objeciones críticas. Tendrá la tentación de decirse: esto o estotro no viene al caso, o no tiene ninguna importancia, o es disparatado y por ende no hace falta decirlo. Nunca ceda usted a esa crítica; dígalo a pesar de ella (…)”
Para que un contenido inconsciente se hiciera consciente, había que vencer resistencias que ya una vez habían actuado sobre ese material reprimiéndolo, correspondiendo al analista detectar estas resistencias debiendo operar a través de la interpretación.
Esto permitiría el establecimiento de la transferencia –actualización de vínculos infantiles con el analista- sin la cual el tratamiento no sería posible, aunque puede funcionar como el principal obstáculo cuando se torna hostil.
Sus indagaciones lo condujeron a hallar en las asociaciones de los pacientes una remisión sorprendentemente frecuente a escenas de la vida infantil con contenido sexual, por lo que la transferencia misma tomaría ese tenor. Freud reflexiona sobre este tema señalando que es llamativo que algo tan evidente como la sexualidad infantil, se halla soslayado hasta el presente de modo contundente y conjetura sobre los posibles motivos de esta falta de atención de los autores.
Comprobó que habitualmente los pacientes reanimaban vivencias infantiles cuyo contenido era la seducción sexual por un adulto y que tales escenas en realidad, nunca habían ocurrido existiendo sólo en el ámbito de sus fantasías. No obstante dichas fantasías mantenían una urdimbre incuestionable con los síntomas, precisando que para las neurosis cobran mayor valor la realidad psíquica que la realidad empírica.
Con la asociación libre y la interpretación Freud demostró que los síntomas tienen un sentido, que es prohibido y de naturaleza sexual, y por tal motivo, reprimido.
La captura del sentido perseguía que la represión quedara cancelada y relevada por un juicio o apreciación que aceptara o no, aquello que fuera expulsado anteriormente, pero en ambos casos se restablecería el contacto entre el afecto y la representación para su tramitación normal. Puede ser que haya sido reprimido un deseo, que al devenir consciente dentro de un análisis, sea aceptado en parte o en su totalidad, o quede libre de objeción por ser elevado a una meta superior, o de lo contrario se acepte que el rechazo es justo.
Esta indagación sobre fenómenos tan enigmáticos, lo guiarán en el propósito del análisis de los sueños considerados como productos no arbitrarios, es decir, también provistos de un sentido. El procedimiento de la interpretación de los sueños se constituye por lo tanto, en uno de los pilares fundamentales de la labor para revelar lo inconsciente: “La interpretación de los sueños es en realidad la vía regia para el conocimiento de lo inconsciente, el fundamento más seguro del psicoanálisis y el ámbito en el cual todo trabajador debe obtener su convencimiento y su formación”
En la misma serie de los síntomas y los sueños, va a ubicar a los actos fallidos, el chiste, y el lapsus, concluyendo que estas formaciones demuestran la existencia del inconsciente, el cual no se muestra en forma directa sino a través de estos efectos sobre la consciencia que son interpretables e ingresan en el campo discursivo.